Según el último informe de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), elaborado con datos prepandemia, España encabezaría la lista mundial de países en los que más medicamentos para dormir se consumen. Entre ellos, destacan las benzodiacepinas, fármacos psicotrópicos que se utilizan para tratar casos leves de ansiedad, insomnio y trastornos emocionales, con más de 50 dosis por cada mil habitantes.
En Latinoamérica, según el informe de la Comisión Interamericana para el Control del Abuso de Drogas (CICAD) sobre el consumo de drogas en las Américas, realizado con datos de la pasada década, existe una prevalencia de en torno al 1-2 % de consumo de tranquilizantes sin prescripción médica en países como Costa Rica, El Salvador, Uruguay, Bolivia o Chile. En este último, su Instituto de Salud Pública reveló la venta de 2 890 661 unidades de Zopiclona en 2021, un fármaco análogo a las benzodiazepinas. En Uruguay, las benzodiazepinas constituyen el tercer grupo de drogas más consumidas tras el alcohol y el tabaco.
La pandemia de covid-19 no ha hecho sino empeorar la situación: datos de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (Aemps) del Ministerio de Sanidad sugieren que en 2021 se incrementó en un 7,5 % el consumo de hipnóticos y sedantes con respecto a 2019.
Para colmo, según la última Encuesta Nacional de Salud, realizada en 2017, más del 10 % de españoles consume fármacos para dormir (porcentaje que puede haber aumentado desde entonces). Por cierto, que parece que son las mujeres las que encabezan el consumo de estos fármacos.
Podría pensarse que en España hay un problema con el insomnio que nos empuja a consumir somníferos. Sin embargo, se calcula que solo algo más de un 20 % de españoles tiene problemas para dormir, un porcentaje inferior al de los vecinos Francia o Portugal, donde roza el 30 %. También según los últimos estudios, parece que el insomnio afecta con mayor frecuencia a mujeres que a hombres (60 vs. 40 %) y su prevalencia aumenta con la edad. Eso implica que una mujer mayor de 65 años tiene muchas papeletas para padecer insomnio, según la estadística y la epidemiología.
Según los datos disponibles, España no tiene unas tasas de síntomas de insomnio mayores que otros países de la Unión Europea comparables en términos de desarrollo socioeconómico. Sin embargo, sí consume más somníferos que ellos.
Lo cierto es que, aunque no pueden descartarse otros factores, como una peor higiene del sueño motivada por unos horarios y un prime time televisivo excesivamente tardíos, los trastornos de sueño pueden derivarse, en gran medida, de problemas de estrés o ansiedad. Y en su abordaje tenemos claras diferencias con otros países de la Unión Europea.
En 2020, el Defensor del Pueblo español emitió un informe en el que alertaba de la reducida tasa de psicólogos en el sistema nacional de salud. Concretamente, con ligeras diferencias dependiendo de la comunidad autónoma, se cuenta con seis psicólogos por cada 100 000 habitantes, la tasa más baja de toda la Unión Europea (considerando aquellos países cuyo sistema cubre esta atención).
La atención sanitaria en España es universal y cuenta con una buena –aunque saturada– atención primaria. La Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC) ha puesto de manifiesto recientemente la escasez de tiempo de los sanitarios de atención primaria para atender a cada paciente. Se ha sugerido que esta premura, junto con la falta de medios de atención psicológica dentro del sistema nacional de salud, podría estar detrás de la elevada prescripción de somníferos.
Podríamos decir que prescribir estos psicofármacos es, a menudo, la solución más rápida que encuentra un sistema sanitario saturado y poco provisto de profesionales que puedan abordar las causas del insomnio desde un enfoque no farmacológico. El hecho de que para el paciente estos psicofármacos sean muy baratos tampoco ayuda.
En los factores de riesgo que nos predisponen al insomnio, la genética tiene mucho que decir.
Curiosamente, varios genes implicados en él están también relacionados con la regulación de las emociones. Y es que todo el mundo sabe que es complicado conciliar el sueño cuando estamos preocupados. Así pues, tener una personalidad tendente al perfeccionismo o a darle demasiadas vueltas a todo son factores de riesgo para el insomnio.
No podemos olvidar que determinadas experiencias también pueden desencadenar situaciones de insomnio. Se sabe, por ejemplo, que niños que han padecido acoso tienen una mayor propensión a sufrirlo.
Un trastorno neurobiológico nos puede predisponer asimismo a tener dificultades para dormir. Por ejemplo, un problema neuroendocrino que impida segregar determinada hormona o neurotransmisor relacionado con el sueño probablemente dará lugar a problemas para conciliarlo.
Finalmente, el insomnio puede ser secundario a otras alteraciones de la salud o desencadenarse a raíz de la toma de determinados fármacos necesarios para tratar otras patologías.
¿Qué hace que en unas personas el insomnio se cronifique y en otras no? Aparte de ciertas características neurológicas que producen un sueño más inquieto, las personas insomnes suelen tener un nivel de activación del sistema nervioso autónomo más elevado también cuando están despiertas, lo que en ocasiones se puede traducir en una gestión emocional más complicada.
Nuestro ciclo sueño-vigilia se regula gracias a un reloj de arena (proceso homeostático), que mide las horas que llevamos despiertos, y a un reloj de agujas (proceso circadiano), que marcaría la hora más adecuada para dormir, generalmente cuando llega la noche. Una buena coordinación entre ambos relojes facilitará una buena calidad de sueño y mayor facilidad para conciliarlo a la hora adecuada.
Potenciar las diferencias entre el día y la noche recibiendo un buen nivel de iluminación durante el día y oscuridad (o menos luz y más amarillenta) cuando el sol se pone, hacer ejercicio moderado a primeras horas del día o de la tarde, y llevar un horario regular de comidas, sin cenas copiosas, es fundamental para luchar contra el insomnio. Lo contrario, sin embargo, se considera otro factor de riesgo para padecerlo y cronificarlo.
Para evitar que el insomnio se convierta en nuestra pesadilla también es importante tratar de evitar la cafeína y el alcohol, y, por supuesto, otras drogas de abuso. Por otro lado, ayuda bastante llevar a cabo rutinas que ayuden a que nuestra mente y nuestro cuerpo se relajen (¡el móvil o tableta, mejor fuera del dormitorio!).
Aunque en absoluto se puede descartar que en algunos casos el tratamiento farmacológico sea necesario, el apoyo a través de otros enfoques (siempre basados en la evidencia científica) y el conocimiento acerca de las pautas básicas de higiene del sueño son dos aspectos fundamentales para mantener a raya el insomnio a largo plazo. Así podremos prescindir en la mayoría de los casos de estos psicofármacos que, no lo olvidemos, no son inocuos y suelen presentar tolerancia y cierta dependencia.
María Ángeles Bonmatí Carrión, Investigadora postdoctoral CIBERFES y profesora asociada UMU, Universidad de Murcia
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.